Anatomía de Grey, la serie que hizo que nombráramos a Shonda Rhymes por encima de sus posibilidades (y que está metida de lleno con 4 series, montándose incluso la noche de Shonda con el #TGIT (Thank God Is Thursday), ha empezado con una duodécima temporada que ha empezado muy bien, con Meredith volcada en el hospital (¿hijos? ¡qué es eso!, apenas salen), y viviendo con su cuñada y su hermanastra.
Se descansa de lujo con los ratings que hago en MI serie.
Así se sentirá Norteamérica cuando vean tantas y tantas temporadas de MI serie.
Bueno, más cosas, tenemos a The Karev y a su querida Jo muy juntitos y consolidados viviendo en su nidito semi mororñoso, a Arizona y Torres superando su ruptura al 100%, Richard a lo suyo, a la Nazi subiendo escalafones (y Meredith también)... pero a la gran y a Jackson los tenemos de malas, más por parte de April y Jackson, que son los que están dando los disgustos al inicio de temporada.
Meredith sube su caché, pero en su contrato su hermanastra y Torres le ponen una mueca: era que su sueldo era muy bajo respecto al de ambas. La cosa se arregla pasando al despacho de Bailey (la nazi) y le dice que ella vale tal dinero. Bailey le dice que Ok, que quería ver a esa Mer alzando su voz para pelear por su valor real.
Las historias médicas, pues una mujer alta que ingresó y le encontraron unos problemillas, unos gemelos recién nacidos que tenían un tumor (la niña se salvó y el niño no), una pareja de chicas que tras el rechazo de sus padres a que salgan juntas, se intentan suicidar juntas atropelladas por un tren porque no soportan estar separadas (la doctora Pierce, la hermanastra de Mer, le pega el puño a la represora madre de una de las pecadoras). Las chicas al final sobreviven.
¡Menudo galletón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario